martes, 3 de junio de 2014
Black Gun: Segunda parte
-¡Mátalo!-rugió uno de los asaltantes a su compañero al ver que David se ponía a tiro.
Pero David ya no escuchaba, sus ojos brillaban de manera antinatural, el mundo para el había cambiado, los olores, colores, sonidos... para el ya no era relevante nada excepto sus objetivos.
De un movimiento increíblemente rápido esquivo las balas, y saltó apoyándose en la barra.
Vio como una gota de sudor caía por una de las mejillas de el asaltante mas joven, vio como también tenia una herida en la mano derecha, también vio que su cómplice llevaba un anillo de casado.
Una lastima... Pensó David justo antes de aplastar la cabeza al hombre casado con su arma y accionaba el gatillo volandole la cabeza al segundo.
El silencio reinó tras la tempestad de ruido que había sucedido momentos antes. David suspiró y comenzó a saquear los cadáveres. Doce dolares y tres cargadores llenos de balas con Scythe, un botín nada despreciable, que junto con las pocas balas malgastadas se convertía en un buen día para el joven.
Sacó el mobil, tecleó un numero y mientras se volvía a colocar las gafas de sol comenzó a hablar.
-¿Solucionado?- preguntó una profunda voz de hombre.
-Si, tres Hunters y un civil infectado. Tres cargadores llenos de Scythe y calderilla.-Respondió secamente.
-¿Scythe? Creía que ya no había mas mierda de esa en la calle...-dijo la voz masculina.
-El mercado negro siempre tendrá, el jefe no lo entiende pero creía que tu si Sergio, tu lo has visto con tus propios ojos.-contestó el joven
-No quería creerlo, el pago te espera donde siempre, cuando quieras pásate por la central.-dijo Sergio.
-Algún día...-susurro David y colgó.
Se recolocó la gabardina y salió del local a la fría ciudad, los altos edificios apenas dejaban ver el cielo, un cielo lleno de contaminación lumínica con lo que el joven se lamentó de no poder mirar a la luna y comenzó su regreso a casa palpando los cargadores de sus agresores en el bolsillo.
Se repugnó solo de saber lo que contenían, Scythe era un arma biológica creada para devastar las filas enemigas con pocos disparos. Provocaba una inmediata subida de adrenalina en cuanto entraba en el torrente sanguíneo y tras unos segundos el químico enturbiaba el pensamiento dejando solo un miedo instintivo que daba paso a atacar a todo ser vivo cercano. Y como toque final... unos ojos rojos debido al exceso de sangre que se acumulaba en la cabeza que acababa en derrames internos y finalmente, la muerte.
David Caminó distraidamente hasta llegar a un edificio, donde subió hasta la duodécima planta y entró en su piso.
No encendió las luces de su pequeño apartamento, simplemente caminó a ciegas hasta la habitación donde estaba su cama, se desnudó y se puso a dormir.
-¡Es un monstruo! No deveria vivir con las personas normales!-gritó una voz femenina.
-¡Escoria! ¡Mereces morir!-gritó una voz masculina.
-¡Aléjate de mi! ¡Te odio!-Grito otra voz de hombre.
-Si no hubieras nacido todo iría mejor...-Susurro una voz de mujer.
Una imagen lenta, de una mujer joven corriendo con un cuchillo, un grito, un destello y un dolor en la hombro derecho.
David se despertó sudando, con las respiración agitada y la mano sobre la cicatriz que llevaba en el hombro.
Se recostó en la cama y volvió a cerrar los ojos, pero la imagen de la mujer continuaba ahí. Por lo que pasó el resto de la noche en vela, esperando el amanecer y la nueva tarea que seguramente vendría.
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